sábado, 12 de septiembre de 2020

EVOLUCIÓN DEL CULTIVO DE LA VID EN HUELMA (JAÉN). ANGEL DEL MORAL GÓMEZ

 

          EVOLUCIÓN DEL CULTIVO DE LA VID EN HUELMA (JAÉN)

 

                                                                  Ángel del Moral Gómez

 

Las primeras incursiones de los griegos en la península, se produjeron en la desembocadura del río Ebro y posteriormente río arriba, entre los siglos VI a IV a. C. Los restos de ánforas griegas y de vajilla para beber vino, de los yacimientos arqueológicos de estas zonas, así lo acreditan. Esto, nos hace pensar que fueron los griegos los primeros en importar el consumo de vino en la península ibérica.

Cuando los iberos accedieron al consumo de vino, no siguieron las pautas del complejo protocolo del simposio o banquete griego, sino que lo consumían en estado puro, sin rebajar con agua y sin el carácter de acto colectivo.

Pero realmente los iniciadores del comercio de ánforas de vino con larga presencia en Iberia, fueron los fenicios, que introdujeron sus ánforas y sus vinos, así como las cráteras, vasos griegos, e incluso jarras etruscas. Los fenicios trasladaron a Iberia el cultivo de la vid y enseñaron a la población indígena las técnicas de cultivo y de la vinificación, e instalaron auténticas factorías con lagares, talleres de cerámica, almacenes, etc.

Con la llegada del imperio romano a la península ibérica, comienza la explotación de la agricultura en las zonas más fértiles del Valle del Guadalquivir, con plantaciones de cereal, olivo y vid.

La expansión del cristianismo, en que el vino, junto con el pan, fueron los protagonistas de la Eucaristía y símbolos de la presencia de Cristo en la tierra, llevó consigo la divulgación por occidente de la viña y del vino y después por todo el mundo. Desde ese momento se modificó el concepto de vino de las bacanales romanas de los últimos tiempos, para transformarse en toda la cristiandad en el acto de la Eucaristía, en un símbolo de la mayor transcendencia espiritual.


                                      Cepa centenaria en Huelma (Jaén)

Desde el siglo I ya existen tratados del cultivo de la vid, como la obra “De Re Rústica” de Lucio Moderato Columeta, de origen hispánico.

En la Edad Media, la expansión de los monasterios, especialmente de las órdenes del Cluny y del Cister, contribuyó marcadamente a la difusión de la cultura de la vid y del vino en España. El número de monasterios de estas órdenes llegó a superar la cifra de 1.800 en toda la península, incluyendo también los de monjas. En todos estos monasterios había necesariamente huerta y viñedo para abastecer la dieta alimentaria de los monjes y las exigencias de la Eucaristía, además de la oferta de pan y vino a todos los peregrinos que los visitaban. Los monasterios fueron centros de divulgación de las técnicas del cultivo de la vid y de la elaboración del vino.

Un fenómeno histórico de primera magnitud fue la invasión árabe a la península, desde el año 711 a 1492. Durante este periodo, disminuyó el área de viñedo, dada la prohibición de consumo del vino de la religión mahometana; pero no desapareció totalmente, pues se toleró cierto nivel de consumo de vino, además del valor nutritivo de la uva y de la pasa.

Los mozárabes, es decir la población cristiana bajo dominación musulmana, así como los judíos, consumían vino. La prohibición coránica no era obstáculo tampoco para que la población musulmana consumiera vino, que elaboraban bodegueros mozárabes. Sabemos qué en el siglo IX, habían un mercado de vino en Córdoba, propiedad del Califato, y en otras ciudades andalusíes, había también establecimientos de bebidas autorizados o clandestinos, y se bebía con cierta libertad, aunque los Alfaquíes elevaban protestas porque los consideraban hábitos licenciosos.


                            Arroyo Cabrí, zona de cultivo de vid en el siglo XV

El cultivo de la vid en ladera, era ya conocido y practicado en España, como mínimo desde la época musulmana. Las cepas se plantaban preferentemente en laderas en tierra de secano, en franjas situadas por debajo de las plantaciones de olivo.

Otro acontecimiento histórico fundamental para la historia de la viña y del vino fue, el descubrimiento de América en 1492. Desde los primeros viajes surgió la necesidad de transportar vino para toda la tripulación, el personal de armas y colonizadores. Se enviaban en las carabelas grandes macetas con plantas vivas para replantarlas en destino, lo cual ocupaba mucho espacio en los barcos y exigía cuidados, riegos, etc.

La filoxera es un homóptero, que en la primera mitad del siglo XIX no existía en Europa, procedente del continente americano, que invadió el viñedo europeo con efectos catastróficos. En España los primeros focos aparecieron sucesivamente en Málaga en 1878. En esta provincia quedó reducida la superficie de viñedo a un 20%. En Jerez apareció la plaga en 1894 de donde pasó a Huelva. Desde esos focos la invasión filoxérica avanzó hacia la Mancha, Aragón, La Rioja, etc. Pero el alcance espectacular de la plaga no parecía corresponder únicamente a la lenta progresión subterránea de estas larvas, hasta que fueron descubiertas las formas aladas del insecto, que eran transportadas por el viento a considerables distancias.


                             Familia de Francisco López del Barco vendimiando

Tanto el Mildium como el Oidium, también vinieron desde América cuando se importaron colecciones de plantas con fines científicos. Los científicos europeos ensayaron distintos cruzamientos de Vitis Vinífera con planta americana, comprobándose, que efectivamente, los híbridos eran mucho más resistentes a las plagas que las viníferas de origen. Poco a poco estas nuevas variedades de híbridos fueron extendiéndose por Europa y en España comenzaron a hacerlo por las provincias de Castellón y León, extendiéndose después por toda la península.

Según la legislación comunitaria no está permitido elaborar vinos de Denominación de Origen partiendo de vinos o de uva de híbridos productores directos, pero si se puede utilizar para los vinos sin D.O.

Huelma es una población situada al sur de la Comarca de Sierra Mágina, en la provincia de Jaén, con una población actual que no llega a los seis mil habitantes. Cuenta en la actualidad con una superficie agrícola de 12.961 hectáreas cultivadas, siendo de olivar y otros cultivos leñosos más del 80% de la misma.

Las primeras referencias históricas que podemos tener del cultivo o consumo de vino, nos llevan al yacimiento ibero del Pajarillo, que está fechado desde el siglo VII al IV a. C. En los trabajos arqueológicos realizados en el año 1991 por la Universidad de Jaén, se catalogaron numerosos restos de cerámicas, algunas de ellas referentes al consumo y a ofrendas de vino.


         Familia López del Barco acompañados por Antonio Quesada picando uva.

Si bien los primeros datos por escrito que tenemos sobre el cultivo de la vid en Huelma, nos llevan a finales del siglo XV y principios del XVI.  En las cartas de vecindad que otorgaba Francisco de la Cueva, Duque de Alburquerque, a los primeros repobladores llegados a la villa de Huelma, procedentes en su mayoría de Castilla. En el año 1501, se les entregaba tierra suficiente para plantar 2.000 vides. Una viña con mil vides producía 30 arrobas de vino de primera calidad.

Esto queda reflejado en el Libro de las Vecindades de Huelma en su capítulo número VII, Tierra para Viñas: “que la persona a quien se diere tierra para viña la ponga e plante dentro de dos años que le dieren el dicho suelo para ella y la de las labores necesarias quatro años después que la tenga plantada so pena que la pierda e que si en algún tiempo no la sostuviere viña labrada que la haya perdido para que yo pueda dalla hacer della lo que quisiere”.

En el primer asiento de vecindad reflejado en este libro, con fecha de 1495, se recibe como tal a Diego García Parrilla, del que sabemos que poseía dos viñas en el llano de la Corredera y otra en Vaciacostales. Había también casos en los que se llegó a tener cinco fincas dedicadas a la vid, como el de Francisco Hernando de las Yeguas, que llegó como vecino en 1502, el cual tenía un “majuelo en el Llano de la Corredera, otro majuelo allí mismo, otro en el Llano del arroyo Cabrí, otro majuelo en el Pozuelo y otro en el lomo del arroyo”.

                                 

         Familia Raya prensando uva, Huelma años 30 pasado siglo XX

Desde 1495 hasta 1509, se reparten una cantidad de noventa y cinco terrenos para la plantación de viña, lo cual nos hace pensar que se plantaron aproximadamente 190.000 vides. Casi el 70% se haría en el Arroyo Cabrí, a ambas márgenes del mismo. También se plantarían en el Llano de la Corredera, Sabcedilla, Chopo, Pozuelo, Bajo la ermita de S. Sebastián, Vaciacostales, Dehesa Vieja, Alcoba, Cañada de las Caleras, etc. En la actualidad existen varios topónimos que hacen referencia a lugares donde se plantó viña, como lo son: La Viña de Cerezo (Chopo), Majuelo (Arroyo Cabrí), Solana de las Viñas, o Pago del Crucifijo.

En el siglo XVII, el convento de Santa Isabel de Huelma, compró y recibió en donación numerosas viñas: En 1647 Juan García de las Peñas otorga una escritura de donación ante un escribano. “Dice que por el mucho amor que le tiene a la religión de S. Agustín, va a tomar el hábito de este convento. Luego lo tome dará en donación entre otros bienes una viña con mil vides”. 4 de octubre de 1662. D. Juan Nofuentes Daza, ”por las muchas y buenas obras que he recibido del convento de S. Agustín, prior y frailes, entrega en herencia una viña con 500 vides que tiene en el sitio del Chopo, término de esta villa”.


                            Cortijo del majuelo, parte baja del Arroyo Cabrí.

El 8 de septiembre de 1761 el duque de Alburquerque, hace una descripción de la Villa de Huelma y sus cultivos. En ella hace referencia a la extensión del cultivo de la vid, “de viñas había cuatrocientas fanegas”, lo que equivalía a ochenta hectáreas plantadas.

El 13 de marzo de 1762, los monjes del Monasterio de Oviedo (Mata-Bejid), compran el cortijo de la Fuensanta, valorado con las tierras en 36.000 reales. D. Andrés de Ogayar, propietario de la finca, dona al convento de Santa Isabel de Huelma. Una viña de 1.138 vides,  en la Dehesa Vieja.

El 27 de marzo de 1798, el convento vende a Juan Antonio Medina una viña de 500 vides en el Pago de la Cruz del Cuarto (parte alta del Arroyo Cabrí).

El 22 de agosto de 1818, el convento de agustinos compra a Antonio de Vico una viña de 700 vides en el sitio del Cerrillo de la Arena, por 540 reales.

El 11 de mayo de 1819, Dª Inés de Ogayar, dona al convento un majuelo en el sitio de los Moriscos (Vaciacostales) de una fanega de cabida.

En 1884 en Huelma, existía un total de 12 hectáreas, 21 áreas y 48 centiáreas dedicadas al cultivo de la vid, produciendo cada una de ellas 42 arrobas de vino. En el año anterior se llegaron a producir unas 500 arrobas de vino tinto y de pasto. Para su elaboración se empleaban 12 o 13 cuartas partes de uva blanca y una cuarta parte de uva tinta o casca, obteniéndose vinos de 10 grados de alcohol. Anualmente se consumía todo el vino que se producía y 1.000 arrobas que se importaban. El precio del vino era de 6 pesetas la arroba. La vendimia y pisa tenían lugar a mediados del mes de septiembre y a primeros de octubre se llevaba a cabo el trasiego. El vino se envasaba para su conservación en vasijas de madera y barro.

Según datos del Ministerio de Fomento y la Dirección General de Agricultura y Comercio, en la fecha de 1892 en Huelma, existían 116 hectáreas de viñedo. La filoxera hizo su entrada en la provincia de Jaén por Alcalá la Real, y en Huelma en 1899 había ya 24 h de viñedo invadido.


                                                    El primer mosto sin filtrar.

A partir de esta fecha, se va perdiendo paulatinamente el cultivo de la vid y las laderas del terreno que ocupaban antes, por no servir para cultivar cereal, van dejando paso al olivar, aunque se siguen plantando nuevas vides entre las camadas de los olivos, como era el caso de la familia Raya. Dueños del Bar Sol en Huelma, tienen una viña importante en el Cerro Manchón y la explotan para su venta de vino hasta la década de los años 60 del pasado siglo XX.

También existieron viñas hasta finales de la década de los sesenta, bajo el cortijo de las Borregueras Bajas, el Retamar o en el cortijo de los Cuartones.

En la actualidad, existen numerosos parrales en fincas particulares para la producción de mosto y vino de consumo familiar.

La última plantación de vid con cepas existente en Huelma, es la Viña de la Suerte. Propiedad de Francisco López del Barco, es la cuarta generación que la mantiene. Se trata de una viña en ladera muy cerca del sitio del Majuelo, que su bisabuelo Maximiliano del Barco (Cristo Negro) ya cultivaba. Las variedades de cepa que había eran de vino y mesa, las cuales aún se conservan. Posteriormente su abuelo Francisco del Barco Torres, y su madre Petronila del Barco, recibieron la viña en herencia. Pero esta finca recibió un nuevo empuje gracias a su padre Juan López Castro (Juan Tretas), ampliando el número de cepas en 350 de la variedad Monastrell traídas desde Yecla en los años 60. A día de hoy se conservan unas 100 cepas de las cuales Francisco, obtiene vino y vinagre para consumo familiar.

 

                                                                                                 Abril de 2020.

 

BIBLIOGRAFÍA:

-         Tomás Quesada Quesada (1989). Libro de las Vecindades de Huelma. Granada. Universidad de Granada.

-         Francisco Montes González. (2009). Notas históricas sobre la Villa de Huelma. Pags 261-266. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3177006

-         José L. Pantoja Vallejo. (2015). Vitivinicultura en la provincia de Jaén siglos XVIII-XX. Jaén. Instituto de estudios gienenses.

-         Antecedentes históricos de la vid y el vino en Hispania. www.yravedra.com.

-         Galiano Puy, R. (2001) Del monasterio de Ntra Sra de la Esperanza, en el barranco de Cazalla, al convento de Santa Isabel de Huelma. Ambos de la orden de S. Agustín. Rafael Galiano Puy, pags. 383-442.

-         Rafael Galiano Puy. “El monasterio de Santa María de Oviedo, en el despoblado de la Mata Begig, primitiva casa de España de la orden de San Basilio Magno”. En: Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Nº 152, 1994 , pags. 21-114.

AGRADECIMIENTOS:

 A Francisco J. López del Barco.

Antonio Quesada Fernández.

 

FOTOGRAFÍAS:

Ángel del Moral Gómez, excepto la de la familia Raya, de autor desconocido.

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